El viaje estuvo
lleno de conocidos… El primer vuelo me lo tomé para mí, para mirar para afuera
y para acomodar un poco las ideas, y dejar que asentara todo esa nube de
sentimientos que se levantó al irme. Luego espera en el aeropuerto intentando
conectarme con la flía… Sólo intentando.
Cuando me siento
en el segundo avión, con los mismos compañeros de vuelo al anterior, comentamos
ese hecho caUsal. Resulta que nada que ver con mis
prejuicios construidos en el viaje anterior, lo que me había imaginado de ellos.
Montevideanos comunes y corrientes que viven en Guatemala, donde
después espero que nos veamos, agradezco que me hayan pasado el prejuicio por
el piso para tener lo que sería la primer enseñanza del viaje (nunca está de más repasar esa enseñanza).
Después en el
tercer vuelo, un colombiano, que venía de Washington con su pareja alemana y su
hija estadounidense, que después de ir a Panamá se irían a vivir a Alemania,
veterinario él, que está investigando sobre el cáncer en el ser humano. Surreal
su historia, pero es real y nos vamos a ver mañana en ciudad de Panamá.
Después resulta
que ellos conocieron en el vuelo anterior una estadounidense que iba a la misma
zona que yo, le propuse tomar un taxi juntos a la ciudad para bajar costos y me causó gracia su reacción de desconfianza absoluta (lo asocié a la paranoia gringa y no a mi cara
desalineada y pelo desordenado luego de tanto viaje). Al hacer la fila para el taxi me puse
a hablar con una señora, también estadounidense que hablaba un español muy
gracioso, y ese fue el tema durante todo el viaje que al final compartimos los
tres.
Cuando llegué al
albergue recordé ese ambiente mochilero con los sentidos abiertos y la sorpresa
a flor de piel, me empezó a correr un sentimiento de alegría por estar donde me gusta mucho. Y cuando arreglé mis cosas en el cuarto, de repente me llenó un
sentimiento de alegría eufórica con cara de: ARRANCÓ EL VIAJE!!! Expresada con
gritos internos de URUGUAY NOMÁ! o VAMO ARRIBA CARAJO!
Hacía tiempo que no
tenía un sentimiento de esos, de emoción y excitación por lo que se viene, así
que me tiré en la cama a saborearlo. Y me di cuenta lo cansado que había sido
el viaje de 18 horas, porque cuando abrí los ojos de nuevo, estaba -como tantas
veces me ha pasado- atravesado en la cama como a las 2 de la mañana con las
luces apagadas, se ve que mi compañero de cucheta me despertó al irse a dormir,
al moverla tanto por su estado un tanto alcoholizado. Como siempre que me pasa
eso me levanto, me higienizo para dormir, y caigo en la cama inconsciente, para
levantarme en unas horas.
Los Andes Peruanos dejando el aeropuerto de Lima.
Vista de la ventana de mi cuarto del hostal
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