miércoles, 27 de febrero de 2013

Miscelánea por ciudad de Panamá (Del primer día).


Era mi primer mañana de este viaje, y la primera en un hostal, así que me desperté bien temprano a saborear esos momentos mirando el amanecer, bañándome tranquilo, y preparando que iba a hacer en el día. Al desayunar, aprendí el arte de los clásicos y gringos hot-cakes o pan-cakes, muy práctico, fácil y nutritivo, pero sería una señal que todo lo que viviría en los hostales no hablaba de cultura local, sino más bien gringa.

Amanecer desde la ventana del hostal, contraste entre lo antiguo y lo moderno.

Al salir a la calle a recorrer lo primero que hice fue comprar una tarjeta de celular para estar en contacto con los míos. La compañía no era local, pero al final sí fue muy buena: sería Digicel. Me sorprendió lo fácil que es ser un extranjero con número local, en cualquier almacén te venden un sim para celular. Lo otro que me vino a la cabeza fue el pequeño viaje en tiempo y espacio que me venía de regalo con la tarjeta, Digicel fue la compañía de telefonía celular que utilizábamos en Haití, y esa compra me transportó a la rutina haitiana con todas las cotidianas que teníamos con esa empresa. Fue el momento nostalgia de Haití del día y mientras caminaba estaba un poco en Puerto Príncipe y un poco en ciudad de Panamá.

Camine tranquilo por casco viejo tratando de pasar desapercibido, tratando de ser uno más, pero me di cuenta al instante que ahí están muy acostumbrados a los turistas y los identifican muy bien. Si era uno más, un extranjero más. Mi mochila pequeña a cuestas, pesada que hablaba de mi inexperiencia como mochilero (tenía computadora, Lonely Planet, cosas de higiene personal, bitácora, libro, todos los 5 cargadores, cartuchera, etc.), hacía un poco menos disfrutable la caminata. Ahí visité diferentes puestos de artesanías que se extendían por toda la calle de la muralla: donde antes se defendía la ciudad hoy se vendía piezas de cultura local al turista. Precios bien diferentes, dependía mucho cómo le caías al vendedor, y la habilidad propia de negociar. Había que definir el precio según uno, para luego negociarlo hasta ahí: el tan pintoresco arte de regatear. Según yo si el regateo demoró su buen tiempo, entonces llegamos a un buen precio.

Ese fue el primer contacto con la cultura Kuna, indígenas originarios de Panamá vistiendo sus atuendos tradicionales. En un principio pensé que se ponían los atuendos típicos para vender más, para hacerle creer al turista que sus productos son autóctonos. Era un viaje verlos usar el celular, algunos muy nuevos, pero en realidad, ellos, por más autónomos que sean también tienen derecho de utilizar la tecnología que se le ofrece hoy en día. Creo que algo común con estas culturas nativas es que, si quieren, pueden vivir bien del turismo, con artesanías, al presentar su cultura al turista interesado, etc. Es su manera de poder meterse en la sociedad que hoy en día tiene tanto para ofrecerles y es bastante difícil mantenerse al margen. Más allá que a veces es el mismo gobierno o empresas que los corre de sus tierras para hacer algún proyecto.

 Catedral Metropolitana.

 Casa blanca.

 Plaza de Francia.

 Iglesia de San José.

 Antiguo convento de Santo Domingo.

 Idem. Vista del arco chato, maravilla ingenieril de la época.

 Paseo Esteban Huertas.

 Palacio de las Garzas.


Plaza Catedral.

Casco viejo estaba lleno de obras, se notaba a la legua que a principio del año que viene son las elecciones, y no estábamos de temporada alta. Lo estaban restaurando absolutamente todo, pero estuvo bueno porque vi cómo impacta el turismo a la ciudad, y lo que lleva a cuidar lugares históricos, o proteger áreas verdes, es de las pocas cosas buenas que le vi al turismo para el país anfitrión.

En Haití era “blank”, hoy acá en Ciudad de Panamá soy α12, en cada edificio de gobierno en el que entraba sentía los wolkie talkies que decían “te mando un α12” o “el α12 está yendo a la zona amarilla”. Cuando esa situación ya me pareció absurda y hasta descarada, me dispuse a hacer un poco de desorden… Pa´ pasar el rato, vio? En un momento cuando nadie me vio, subí unas escaleras, que no estaban señalizadas como prohibidas pero estaba claro que iba a molestarles un poco por ser acceso de oficinas del estado. Fue muy gracioso cuando ya no me vieron y los walkie tolkies se preguntaban de uno a otro, “ubicación del α12?” se comentaron dónde me habían visto por último, y se mandaban buscar a diferentes lugares “críticos”. Era muy divertido realmente, pero lo más divertido fue cuando con mi mejor cara de turista di la cara por un balcón que era obvio estaba híper prohibido… La reacción fue instantánea: “α12 en el balcón sur” dijo uno mientras movía las manos desde lejos para llamar mi atención y hacerme bajar, al instante aparece otro seguridad por la puerta por la que entré y me invita cordialmente a bajar y me indica que en esa zona no se puede estar por ser oficinas del estado. Ahí me llevó a donde sí podemos estar los α12. Me descostillaba de la risa por dentro, nunca me sentí tan identificado con Mr. Beam.

 En el reflejo del vidrio, el α12.

Vista interna del Palacio Bolivar.

Palacio Bolivar, presidencia de Panamá.

Saliendo del Palacio Bolivar realmente sentí el peso de la mochila, así que me dispuse a comprar un morral lo menos “acá-adentro-llevo-una-cámara-de-esas-grandotas” posible (gracias Aniko por la sugerencia), al no encontrar ninguno que no dijera Panamá, me compré el que me sentía más identificado y el que pasara más desapercibido (eso creo que no lo conseguí muy bien tengo que aceptarlo, soy un turista), bueno, bonito y barato (luego de 10 minutos de regateo). Me acompañaría por el resto de las caminatas llevando la Lonely Planet, cuadernito de anotaciones, cámara, sombrero, y algunas cositas más.

Luego de comer en el hostal, salí a andar en las bicis que ofrecían. Cuando me enteré que en el hostal tenían bicis gratis enserio me ilusionó muchísimo, pero al pedir una bici, dos cosas me desilusionaron:
1.-Las bicis en el hostal eran gratis, pero eran sólo por una hora, para que el turista pudiera decir: “anduve en bici por Ciudad de Panamá”, no te daban candado para atarla, y eran bien pesadas y con freno a contra pedal (no me llevo bien con ese sistema). Así que al subirme a la chiva, dejé todas mis expectativas de la experiencia en bici en el hostal, lo cual hizo un poco más disfrutable la vuelta.
2.- Ciudad de Panamá no es para andar en bici (o por lo menos donde yo estaba), agarré una ciclo-caminata-vía, que se llama cinta costera, un muy lindo recorrido para ver la costa de la ciudad, y tiene como 4 puentes para cruzar la autopista. Pero era bastante corta y no podías salirte porque por ahí era zona de tránsito entre varias zonas y muchas calles son autopistas sin ciclovías, además los autos, y sobre todo los buses con los que comparto el carril derecho andan muy rápido y te dicen de todo si te ven en chiva. Debe ser por eso que no se ven bicis ni motos, puro auto lujoso. La ciudad de Panamá tampoco está hecha para el peatón, muy poca gente camina por la ciudad además si preguntás cómo llego a algún lugar te dice, “coja un taxi”, “pero voy caminando”, “no mijo, eso queda como a 10 minutos caminando”. La verdad no sé si la ciudad no es para peatones porque los ciudadanos no son peatones natos, o no hay peatones porque la ciudad no es lugar para ellos (el huevo o la gallina).

 Algunos de los bloques de rascacielos que vi en mi viaje en chiva.
 Otro multicolorido.
Otro...

En el mercado de mariscos, sopilotes y albatros se conglomeran para comer la carroña.

Vasco Nuñez de Balboa.

Un amigo uruguayo que me encontré andando en chiva por Panamá.

Luego de devolver la bici fui al mall Albrook, para ver si me podía comprar un lente para la cámara, averigué dónde lo podía comprar y me fui para allá. Cuando llegué no podía creer lo magnánimo del edificio, en serio era demasiado. Tenía locales afuera de la nave central, y cada local de esos era un galpón enorme de dos a tres pisos, y era el local de una sola compañía. El ambiente en el shopping era de compras, normal pero acá estaba un poco exacerbado, creo que tiene que ver con la cultura bastante consumista de los panameños. Me perdí muchas veces dentro del recinto, y cuando le preguntaba a la gente, estaba apuradísimos todos. Muchísimas casas de tecnología y tenían lo último de lo último, flat TV 3D enoooormes, parecía una exposición de cines, mil quinientos celulares de muestra (no quiero saber la cantidad que estaban en las cajas esperando ser comprados). Cada local tenía cosas muy específicas, la gama de cada uno se reducía a pocas marcas pero muchos modelos de cada una, tal es así que no conseguí en 5 locales de fotografía (enooooormes) ningún lente para cámara Nikon. Increíble, pero tenían infinitos modelos de Cannon y Sony. Incluso me sorprendió ver un local de championes que tenían una cantidad inmensa de muestras, y eran todas muy pero muy similares, todas rondaban en el mismo concepto de championes de colores flúor.

El shopping tenía el diseño clásico: Sin ventanas para que no te des cuenta la hora que es y sigas comprando; las escaleras mecánicas iban todas hacia el 1er y 2o piso, pero las que iban a PB eran comunes (sólo ví 1 mecánica para PB) para que al buscar la salida pases por la mayor cantidad de locales posibles; la plaza de comidas era enserio gigantesca, y habían juegos de luces, y lugares donde dejar a los niños para que los papis puedan comprar tranquilos (la versión panameña de la ciudad de los niños pero más grande); lugares donde dejar los paquetes de cosas que ya compraste para que no te molesten en el siguiente local; en muchos locales vi gente en la puerta invitándome a pasar. Enserio era un consumismo exagerado, había allí locales de aerolíneas, de aseguradoras, de inmobiliarias, etc. En un momento me puse a pensar en el valor monetario de absolutamente todo lo que había en ese Mall, y las pérdidas que habría si eso se incendiara (ni siquiera estoy pensando en las pérdidas humanas por las personas que había allí), cómo estos shoppings crecen de a poco y no se dan cuenta la dimensión magnánima a la que llegan y ni siquiera se cuestionan el impacto que lleva tener esa magnitud.

A la vuelta use el sistema de transporte local: el Metro Bus, como el STM montevideano pero casi terminando. Es muy bueno y relativamente nuevo, no maneja dinero en absoluto, hay que comprar una tarjeta y recargarla para viajar en ellos, ya está pronto el carril sólo bus en las autopistas y avenidas principales, y la gente los respeta porque es un muy buen sistema (vamo arriba intendenta no es tan difícil, o va a quedar para la próxima gestión?).

Sería el final de mi día una caminata desde la parada hasta el hostal, pasando por las puertas de un asentamiento bien cerca de donde está una de las más importantes zonas turísticas del país, increíble el contraste que rompe los ojos, eso lo lleva a uno a pensar en la diferencia de oportunidades que hay en un país consumista como estos, al ver la cantidad enorme de autos lujosos, o los smartphones que tiene cada ciudadano obligatoriamente, o las pantallas que se ponen en la calle, pero a pesar de eso un tercio del país está sumergido en pobreza y el presidente actual no ha sacado casi ninguna política de seguridad social dejando a esta población bastante desamparada, sería la inyección de realidad necesaria antes de dormir.

domingo, 17 de febrero de 2013

Alegría eufórica (de la primer noche).


El viaje estuvo lleno de conocidos… El primer vuelo me lo tomé para mí, para mirar para afuera y para acomodar un poco las ideas, y dejar que asentara todo esa nube de sentimientos que se levantó al irme. Luego espera en el aeropuerto intentando conectarme con la flía… Sólo intentando.

Cuando me siento en el segundo avión, con los mismos compañeros de vuelo al anterior, comentamos ese hecho caUsal. Resulta que nada que ver con mis prejuicios construidos en el viaje anterior, lo que me había imaginado de ellos. Montevideanos comunes y corrientes que viven en Guatemala, donde después espero que nos veamos, agradezco que me hayan pasado el prejuicio por el piso para tener lo que sería la primer enseñanza del viaje (nunca está de más repasar esa enseñanza).

Después en el tercer vuelo, un colombiano, que venía de Washington con su pareja alemana y su hija estadounidense, que después de ir a Panamá  se irían a vivir a Alemania, veterinario él, que está investigando sobre el cáncer en el ser humano. Surreal su historia, pero es real y nos vamos a ver mañana en ciudad de Panamá.

Después resulta que ellos conocieron en el vuelo anterior una estadounidense que iba a la misma zona que yo, le propuse tomar un taxi juntos a la ciudad para bajar costos y me causó gracia su reacción de desconfianza absoluta (lo asocié a la paranoia gringa y no a mi cara desalineada y pelo desordenado luego de tanto viaje). Al hacer la fila para el taxi me puse a hablar con una señora, también estadounidense que hablaba un español muy gracioso, y ese fue el tema durante todo el viaje que al final compartimos los tres.

Cuando llegué al albergue recordé ese ambiente mochilero con los sentidos abiertos y la sorpresa a flor de piel, me empezó a correr un sentimiento de alegría por estar donde me gusta mucho. Y cuando arreglé mis cosas en el cuarto, de repente me llenó un sentimiento de alegría eufórica con cara de: ARRANCÓ EL VIAJE!!! Expresada con gritos internos de URUGUAY NOMÁ! o VAMO ARRIBA CARAJO!

Hacía tiempo que no tenía un sentimiento de esos, de emoción y excitación por lo que se viene, así que me tiré en la cama a saborearlo. Y me di cuenta lo cansado que había sido el viaje de 18 horas, porque cuando abrí los ojos de nuevo, estaba -como tantas veces me ha pasado- atravesado en la cama como a las 2 de la mañana con las luces apagadas, se ve que mi compañero de cucheta me despertó al irse a dormir, al moverla tanto por su estado un tanto alcoholizado. Como siempre que me pasa eso me levanto, me higienizo para dormir, y caigo en la cama inconsciente, para levantarme en unas horas.


 Los Andes Peruanos dejando el aeropuerto de Lima.

Vista de la ventana de mi cuarto del hostal

sábado, 16 de febrero de 2013

El mundo está ahí para vos (del viaje)

El viaje no comenzó en el avión o en el auto al aeropuerto, se podría decir que comenzó un poco antes. Tomo al viaje como el estado de moverse a un lugar, pero no físico sino mental. La gran mayoría de veces cuando uno viaja primero ocurre lo segundo, porque uno se proyecta en el viaje, no necesariamente planificando sino en la generación natural e inconsciente de expectativas o sueños.

Ese estado comenzó en mí una vez que fui cerrando mejor las cosas en Uruguay y me fui liberando de cargas pesadas en mi mochila, estaba más libre para mirar para adelante, y para viajar. No lograba dimensionar. Pero me fue más fácil prepararme para lo que se venía. Y las pequeñas despedidas o simples charlas me iban haciendo más liviano todavía. Como que iba despegando de a poco. En este estado logré visualizar más el porqué del viaje y cómo lo iba a aprovechar, y estar más agradecido por la oportunidad que estaba aceptando.

Pequeños momentos hacían que se instaurara más ese sentimiento, el irme despidiendo de mis seres queridos de a uno o varios, el terminar de armar la mochila, el hacer el check in, cosas que me iban comentando que iría a viajar. Y algunas veces algo en mí quería quedarse, por no saber lo que se venía, o porque no había pasado suficiente tiempo con los míos, o por dimensionar de golpe el gran paso que estaba dando. Pero la otra parte era más fuerte, la que siempre hace preguntarme que hay a la vuelta de aquella esquina, o que gente encontraré en tal pueblo, o que fauna y flora podré ver en ese bosque, etc. Esa parte más aventurera mía, le transmitía confianza a la más aprensiva porque sabía que todo iba a estar bien y que lo que iba a vivir me iba a cambiar para bien. Esa parte que me permite salir de mi zona de confort más a menudo, desafiando mis miedos, sabe que ahí afuera no hay peligro mayor que el cambiar y crecer. Porque de ningún viaje se retorna…

Cuando apoyé mi cabeza en el respaldo del avión y miré por la ventanilla, entendí todo mucho más, y un sentimiento de plenitud y alegría, mezclada con una pizca de nostalgia llenó mi pecho, y nubló mis ojos. Y algo me dijo al oído: “El mundo está ahí para vos, aprendé de lo que tiene para enseñarte…” Ahí, mi mente y mi cuerpo estaban juntos viajando y yo estaba pronto para lo que se venía.

En el viaje físico, el avión, escribí y miré mucho por la ventana, ese paisaje que entraba era hermoso, esa inmensidad me daba más visión y podía ver las cosas con más claridad. También pude observar a mi lado, padre e hijo. El hijo era el calco del padre, en cuanto a manera de expresarse y moda, no me sonaban para nada interesantes. Seguí en la mía, escribiendo, sacando fotos, mirando y pensando.
Zona preandina, Perú


Llegamos a Lima Perú, Aeropuerto que habría visitado antes y volvería a visitar luego, a mi vuelta. Y recordé ese vuelo que perdí en Colombia, lo que me haría casi correr para meterme en el próximo avión. Al final tuve una corta espera, pero nunca me aparté de la puerta de embarque hasta que nos llamaran.
Saliendo del aeropuerto Internacional de Lima
Catedral de San Salvador
Cuando nos subimos al próximo avión, para nuestra sorpresa, nos tocó juntos de nuevo con mis anteriores compañeros de viaje, y como obligados comentamos el fenómeno, lo cual nos hizo entablar un diálogo de avión: esos diálogos que se hacen casi por cumplido y cuanto más corto mejor. Pero luego nos iríamos enganchando en la charla que ocuparía todo el vuelo a San Salvador, hablando de lo que hacía cada uno, de lo que iba a hacer en Centroamérica, y al final intercambiar contactos para reencontrarnos en Guatemala. Al final ese viaje terminaría con el primer contacto intercambiado, y en una charla que me enseñaría a no prejuzgar, como un recordatorio de lo que tantas veces habría aprendido, de lo que en definitiva, sería la primer enseñanza del viaje, la primera de tantas.

Condimento sin moderación (del pre-viaje)

La preparación de este viaje fue bastante particular. Si irme de viaje 2 meses y medio a Centroamérica sólo no fuera poco, le agregué de condimento mi vuelta de de mi año y medio de Haití. Ese condimento, que como chile picante (de esos pequeños) uno lo subestima y al principio cuando lo muerde no se le siente ningún gusto extraordinario, pero luego viene de a poco, y luego sorpresivamente un flujo fuertísimo de ardor a la lengua, así fueron viniendo todo ese flujo de pensamientos y sentimientos.

En medio de ese flujo de experiencias, aprendizajes,  pensamientos y sentimientos; uno desearía que el mundo y el tiempo pare para identificar cada uno, procesarlo, mirarle todas las aristas, sacar lo que tiene para enseñar y aprenderlo, agradecerle y pasar al próximo. Luego, una vez que todos hayan sido procesados, luego de haber crecido y aprovechar al máximo la experiencia; volver a poner el mundo y el reloj en funcionamiento, y atender  a mis seres queridos, con todo ya más claro, y habiendo crecido infinitamente… NO, esa nunca fue una posibilidad y la vida me gritó ese NO en la cara con euforia.

Entonces en medio de todo ese río embravecido de charlas con gente que me hacía avanzar, iba haciendo ese proceso en simultáneo llegando a lugares diferentes de lo que llegaría si lo hubiera hecho sólo, no volviéndome tan loco o tan ermitaño. Entonces iba entendiendo no sólo todo eso, sino también el viaje, el porqué, y con el porqué el cómo, y con el cómo el darme cuenta que estaba en el horno con la preparación. Y correr, y procesar, y ver gente, y preparar el itinerario, y pasear a los perros, y leer, y meditar y, y, y…
Compré el pasaje…
AAAAHHHHHHHH!!!! Estoy en el Horno!
Fue ahí cuando me di cuenta que en realidad no había hecho nada, porque estuve en vueltas, y todo me llevaba infinitas veces más tiempo de lo que me llevaría y al principio me puse ansioso, pero después acepté. No podía hacer otra cosa que aceptar lo que había elegido, y prepararme a mí más que al viaje. Entonces no tenía esa dualidad entre viaje o yo, Centroamérica o Uruguay, decidí cerrar lo mejor posible Uruguay y luego cuando estuviera pronto meter más a Centroamérica… En el avión…

En conclusión, nunca se va a dar el escenario perfecto ante una situación que te toca, la situación toca cómo y cuándo toca (o cómo se elije inconscientemente), pero lo único que uno puede hacer es aceptarlo y procesarlo como uno puede y prepararse de la mejor manera que puede. Lo que nos define no es la situación que nos toca, sino qué hacemos con esa situación…



Entre otras cosas al aceptar mi situación fui a la Sierra de las Animas a despedirme del lugar...
Y de mi mismo.





Secuencia que deja ver mi situación al preparar mi viaje.